domingo, 21 de febrero de 2010

Mi Camino de Santiago 2007 en bici y a pie

Mi nombre es María, tengo 47 años y unas ganas enormes de hacer el Camino de Santiago.


Como ya os he contado en el Inicio, mi primera intención era hacer el camino a pie, pero una lesión permanente en la rodilla me obligo a encontrar otro medio para hacerlo: la bici.

No que me hizo pensar un día que quería hacerlo, parecía que algo me llamaba, algo me empujaba a emprender la aventurar. Hasta entonces no había hablado con nadie que lo hubiese hecho, así que toda la primera información que obtuve fue a través de Internet.

Recuerdo que nos pasábamos horas y horas, mi marido y yo, frente al ordenador.

Mirábamos fotos, etapas, no sé, nos metíamos en todos los sitios que podíamos y queríamos saberlo todo.

Nos ayudo mucho el Camino de Santiago de Consumer, en él venían muy detalladas las etapas y venia información adicional que era bastante competente.

También era nuestro primer viaje en bicicleta, mi marido montaba bastante en bici, pero siempre habían sido salidas de una mañana, alguna subida a algún puerto o una ruta a un pueblo cercano a Madrid pero nunca se había enfrentado a ello. Y para mí, tiene que decir, no sólo era mi primer viaje sino que casi era mi primera vez que montaba en bici.

Con qué alegría compramos las alforjas, al principio en el Decathlon para los dos, pero yo después de probarlas y tener una pequeña caída, no me gustaron mucho. No me hacía sentir la bici muy segura, tenía la sensación de que se movía mucho. Así que al final él se quedo con unas y yo seguí buscando hasta que encontré unas más baratas, más pequeñas pero también para mí más seguras. Compramos estas para mi hija y para mí pues al principio ella también iba a venir y al final de estas dos son las que usamos Rossi y yo.

Y luego lo más difícil, pensar en que se debía llevar dentro. Ahí estaba el verdadero peligro, si te pasabas lo pagarías caro, el peso se nota pero, al mismo tiempo no quería dejar algo que fuese importante.

Además nos preparábamos lo mejor que podíamos, que en mi caso se demostró no debía de ser lo suficiente porque ¡Madre mía! cuantas veces me ha tocado empujar la bici en las cuestas. De hecho pone en mi credencial que hice el Camino en bici y a pie. Recuerdo en las corredoiras gallegas, haberme hecho amiga de todos los peregrinos de a pie porque en las subidas coincidía con ellos, me pasaban mientras yo iba empujando la bici por las cuestas, les adelantaba al llegar la cuesta abajo y volvía a coincidir una y otra vez con ellos en las siguientes cuestas arriba. Cuantos peregrinos se ofrecieron a ayudarme a empujar la bici conmigo de la pena que les debía de dar, pero yo siempre les decía que no, que mi bici era para mí lo que su mochila para ellos, nadie se las llevaba, que era un peso que cada uno debe llevar. Eso sí, lo bien que lo he pasado charlando con todo el mundo, hablaba con bicigrinos y con peregrinos también, yo hacía a todo.

Pero, ¿Qué tiene el Camino que a todos nos engancha? no se sabe, pero algo tiene. Si no, ¿cómo es posible que aún pasándolo mal todos lo recordemos con ese sabor dulce y esa nostalgia que nos hace querer estar allí?. Cuando alguien me cuenta que se va ha hacerlo o cuando sale en la tele algún reportaje sobre ello, siento una sensación agridulce y una enorme nostalgia de querer estar allí, de volver a ver, de volver a sentir eso que solo allí se puede conseguir, en ese momento ladeo la cabeza y me pongo a recordar.,

El Camino a Santiago para mí no es llegar a Santiago, eso sólo es lo lógico, al final para mí el Camino, como ya he dicho, es cada una de las pedaladas que he dado, cada paso, cada gota de sudor que me ha caído, cada lagrima que también he echado, cada dolor en la noche, cada sonrisa, cada charla con los caminantes, con los bicigrinos, cada alegría que se siente al ver la flecha amarilla que por un tiempo guía ti vida, cada árbol que ves, cada piedra que pisas, cualquier cosa que te hace sentir, para mí repito eso es el Camino. De hecho cuando llegue a Santiago, a la Pl. del Obradorio, recuerdo que pensé, ya está, ya acabé, lo logré, pero al mismo tiempo sentí pena porque todo había terminado y porqué ya nada sería igual. Mientras dura el camino todos nos ayudamos, nos hablamos, compartimos una misma ilusión, es decir todos somos peregrinos, pero al llegar a Santiago todo cambia, volvemos allí a ser los de antes, los de siempre, aunque en el fondo de nuestro corazón nos quede esa espina que nos hará repetir el Camino alguna vez más.

Y es por todo esto, por lo que yo creo que engancha a tanta gente, en el Camino hay gente creyente y no tan creyente, hay quién empieza por devoción, otros por moda, otros por superar el reto, por deporte, pero todos poco a poco, mientras dure el Camino, todos nos iremos convirtiendo en peregrinos, no importa lo por qué lo empezamos, lo importante es como lo vivimos día a día.

Y queda solo decir: "Buen Camino"






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